Esta no se trata de una historia exclusiva de Rabat, pero es tan famosa en su localidad original que logró extenderse desde Argelia a todo Marruecos.
La ciudad de Sidi Bel-Abbès, en Argelia, nacida, alrededor de 1835, tomó prestada su nombre de esta leyenda. La de un morabito marcará para siempre la región con su baraka.
Sidi-Bel-Abbes fue un chariff, es decir, un descendiente de un Profeta. Su abuelo Sidi-El-Bouzidi dejó la Meca y se mudó a Aflou en el sur de Argelia. Se casa con varias mujeres y fallece a los 114 años. Cuando muere, deja 14 niños. Entre ellos, Sidi-El-Bouzidi, que lleva su nombre. Es un ulema (erudito) que enseña en la Madraza Tlemcen. El hijo de este último, Sidi-Bel-Abbes, nace marcado por el sello del sacrificio y el dolor. De hecho, alrededor de los 25 años, el joven tiene un sueño extraño, una voz le dice: “Ve a llevar la buena palabra a las tribus errantes de la llanura y la montaña“.
Al iniciar esta misión divina, Sidi Bel-Abbès se convierte en una figura clave, casi un profeta. Todos los habitantes de la región apelan a su sabiduría antes de actuar. Hasta el día en que una mala persona truncó sus acciones.
Un personaje, un falso profeta y falso morabito (la leyenda apunta que se trataba de un demonio) sale de la nada y causa problemas entre las tribus a las que ordena cazar a Sidi Bel-Abbes, lo que, según él, es una maldición divina. Perseguido, este último se refugia en el bosque de Messer al sur de la ciudad actual.
Durante la noche, las peores calamidades caen en la región. Las epidemias y las hambrunas suceden dentro de las tribus hasta que un anciano reacciona y aconseja encarecidamente que se perdone a Sidi Bel-Abbès. Los Amarnas y los Brahim Ouled luego pelean en la misión de recuperar su simpatía y construir un zawiya digno de él. Son estos últimos quienes obtienen la victoria de cumplir esta misión, pero el hombre santo se niega a seguirlos a pesar de las muchas súplicas. Desesperados, los enviados de Ouled Brahim intentan matarlo, pero Sidi Bel-Abbès se les escapa. Se dice que se convirtió en una paloma y voló a la colina llamada Si Amar, que domina el pantano del Mekerra.
Allí permaneció un momento posado en un árbol antes de descender y reanudar su forma humana. Fue a Bensalah, un pastor de la tribu Amarna, testigo de su metamorfosis y le dijo: “¡Ay de ti si revelas lo que viste!“.
El hombre santo regresó a su pueblo y después de una larga vida dedicada a adorar a Dios, muere justo después y está enterrado en un Qobba construido en el mismo lugar donde la paloma había aterrizado años atrás. De allí nace Qobba la ciudad de Sidi Bel-Abbès.
Lo curioso de esta historia es la fuerza con la que trascendió por muchos países árabes, donde Sidi Bel-Abbès se convirtió en una referencia espiritual para muchos. Marruecos, fue uno de los países más cautivados por su historia. Incluso, Sidi Bel-Abbès es considerado santo patrón de Marrakech.
